lunes, 18 de abril de 2011

Despedida

Mi apellido es francés y puedo pasar por un blanco ibérico; aunque no por alguien con piel tan blanca como la de un ario o anglosajón. No obstante, un insólito hallazgo sobre la dilución demográfica tanto de blancos mediterráneos como de nórdicos transformó mi vida interna. Me refiero a la importación masiva de no caucásicos a Occidente. Tal reemplazo de población amenaza de extinción a los especímenes más bellos de Homo sapiens, como aquellas en la obra maestra de Maxfield Parrish en tiempos más civilizados.

Visualicemos en nuestra mente la situación actual en un diagrama de pie. La raza blanca cubría más del 30 por ciento de la población mundial cuando nació mi abuela. Nuestra generación, resultado de la llamada liberación sexual de los años sesenta, se redujo al 15 por ciento y la tendencia es que nos encogeremos al 5 por ciento. El invierno demográfico de la gente de mi grupo étnico es un tema censurado en los medios de comunicación. Entender el tabú me movió a subir una cantidad de entradas en mi blog en inglés, The West’s Darkest Hour.

El reemplazo de población que actualmente se perpetra en Europa, Norteamérica y Australia es la mayor traición en toda la historia de las elites contra su pueblo. Tal política migratoria a la par de nuestra suicida tasa demográfica se debe a una ideología que se ha adueñado de la cultura occidental, la cual muchos llaman “marxismo cultural” aunque prefiero el nombre antiguo, “liberalismo”.

Lo leído hasta la fecha en los blogs de los críticos del liberalismo me ha hecho ver que, a menos de que nos secesionemos para crear un Estado étnico dentro de los Estados Unidos, o de que expulsemos a los millones de migrantes de Europa, nos conducimos irremediablemente a la extinción.

Dado que combatir semejante traición requiere de cada onza de nuestra energía, el tema del maltrato a la infancia, que tantos años me costó entender, ha pasado a segundo plano. Eso no significa que me haya olvidado de lo que originalmente me motivó a escribir. Significa que de ahora en adelante lo que escriba tendrá como punto de partida la hora más oscura de Occidente: más oscura incluso que la caída del Imperio Romano ya que nuestro grupo étnico no estuvo entonces amenazado de extinción.

Una imagen vale más que mil palabras. Hace no mucho vi la película La Novicia Rebelde (The Sound of Music), la cual había visto por vez primera hace ya más de cuarenta años en la entonces espléndida sala del Cine Manacar en la Ciudad de México. Tomando en cuenta que a diario veo en los blogs de los disidentes cómo hordas de migrantes invaden el suelo europeo, una honda agonía cubrió mi espíritu al pensar, durante los primeros segundos del filme, cómo en esas verdes y otrora sacras tierras de los Alpes austriacos pulula ahora una marabunta de tercermundistas.

Pongamos un ejemplo específico. La anti-música, en la que incluyo no sólo al rap negro sino a la música populachera compuesta por morenos y blancos, refleja el extremo grado de degradación al que hemos caído hoy día. Además de la inmigración de color, la música, las costumbres sexuales y maritales valen más que mil silogismos en textos más académicos. Estas escenas familiares con la familia von Trapp en esa película que vi de niño, la perfecta antítesis de la degeneración actual, me mueven a luchar por esa cultura aunque sea una idealización hollywoodense de Salzburgo. Y no hablemos de Plummer y Andrews bailando el Ländler. Cada vez que lo veo, ahora en minipantallas caseras y tan lejos de aquellos magníficos cines de antaño, no puedo sino pensar en los nefandos bailes de las discos a través de los cuales, comparado con el gusto y la alta cultura de otra época, el hombre occidental se ha rebajado a nadires nunca vistos. Para el “Lot en Gomorra” en que me he convertido, me resulta obvio que quienes escuchan y bailan aquello se encuentran en las últimas etapas de decadencia, suicidio civilizatorio y defunción espiritual.

Nota del 25 de mayo de 2011

El presente, un texto revisado que originalmente había posteado en septiembre de 2010, representa mi despedida de Blogger. Aquellos que deseen seguir el hilo de mi odisea intelectual pueden hacerlo en un blog que abrí hoy, donde reproduzco parte de esta entrada.

viernes, 28 de enero de 2011

Atrapados sin salida: Mi palabra final a los lectores de Miller


Hace nueve años descubrí los libros de Alice Miller. No voy a resumir aquí lo que ya escribí en La india chingada. En pocas palabras, Miller fue el Hada Azul que le rompió el hechizo al pinocho que fui...

Cuando terminé el proceso de años de “ruptura de hechizo”, aproximadamente en 2007 al finalizar el quinto tomo de mis Hojas susurrantes, podría decirse que salí del manicomio para no volver a entrar allí.

Bueno... En la vida real sólo he entrado dos veces a manicomios. En ambas ocasiones como investigador, no como paciente. La primera, en 1997. Al leer su libro sobre la seudociencia en siquiatría biológica, desde Houston le escribí al siquiatra Colin Ross a fin de conocerlo. Ross me contestó y, para mi sorpresa, me citó en su lujosa clínica de Dallas en que trata el trauma psicológico de sus pacientes causado por los padres. Nueve horas estuve viendo las terapias del instituto y hablando con el personal. La segunda vez que visité a un manicomio fue en 2002. Gracias al Secretario de Salud de México se me permitió concertar una cita con el director del Instituto Nacional de Psiquiatría, Gerard Heinze, quien rápidamente me mostró los pabellones y a sus internos; además de conversar y discutir en su oficina y en los laboratorios del instituto.

Si bien en la vida real nunca estuve internado, uso la metáfora “manicomio” en esta entrada para explicar por qué, en lo que resta de mi vida, no volveré a tener contacto con otros pinochos del Hada Azul. No me refiero únicamente a mi reciente experiencia con el seudoamigo y lector del Hada, Luis Cuevas Lara, quien me traicionó como vimos en las últimas entradas. No: a lo que voy es a un mundo mucho más amplio.

El caso es que, me he percatado, para mí la “cura de almas” del Hada Azul fue radicalmente distinta a lo que hacen otros pinochos que conocí a través de internet. Usando la metáfora, el Hada Miller era la doctora corazón en nuestro hospital de víctimas de nuestros padres: la única persona en el mundo entero que nos había comprendido. Pero en teoría la visita al hospital era sólo para, en una operación de cirugía radical, con su varita mágica arrancarnos el arpón que nos clavaron de chicos...

Pues bien, una vez arrancado—como dije: cuando terminé Hojas susurrantes la estaca de mi plexo solar había ya salido—, la obviedad de obviedades era salir del hospital y retomar mi vida en el mundo real.

¡Oh sorpresa de sorpresas!: descubrí que sólo yo había salido de ese lugar. Toda la gente del Hada que conocí en internet, toda sin excepción—el terapeuta neoyorquino Daniel Mackler, el inglés Kerry Watson, el holandés Dennis Rodie, el sueco Andreas Wirsén y últimamente un bloguero que me pidió no mencionar ni su nombre ni su país pero que lo he citado recientemente en las previas entradas (“Becoming Other”), e incluso los hispanohablantes que postean en el foro de José Luis Cano Gil—están atrapados sin salida en el manicomio.

“Atrapado sin salida” fue el título que, en México, le pusieron a la película Alguien voló sobre el nido del Cucó cuando la vi en 1976.

Para mí el nido del Cucó fue simplemente una etapa que tuve, por fuerza, que cruzar. Para quienes fueron martirizados de chicos sin testigo auxiliador alguno, cruzar en la institución de la doctora corazón fue más que fundamental. Como he dicho en otro lugar, por no cruzar dicha etapa una de mis hermanas, martirizada horriblemente como lo fui yo de chico, padece delirios en la actualidad. El duelo de años en la soledad de mi recámara fue etapa esencial para saber qué rayos había ocurrido en mi vida; duelo que mi hermana se brincó. No obstante, para quienes lleven el duelo a cabo se sobreentiende que, una vez finalizado, es hora de salir.

A finales de 2008, un mes después de haber terminado la revisión de mis Hojas susurrantes, di por finalizada mi investigación sobre el maltrato a la infancia y, sólo gracias a ello, descubrí que Europa se islamizaba (cosa que tiene implicaciones precisamente sobre el trato a la infancia dado que los tercermundistas maltratan más a sus niños que los occidentales). El estudio de la migración masiva a Europa me alarmó y me llevó, en agosto de 2009, a descubrir a los intelectuales del nacionalismo blanco o caucásico, tema que circunscribe mi previa etapa anti-yijadí sobre desterrar a los moros de nuestras tierras. Pero el mayor cambio ocurrió en febrero de 2010, hace ya casi un año. Descubrí que el problema de los no gentiles no era alucinatorio como, por décadas, había creído debido a la ubicua propaganda después de la última guerra mundial (la entrada en inglés sobre el rayo que me cambió se encuentra aquí).

Esta última metamorfosis acabó de despertarme, con gran violencia, al mundo real.

Así que mi mente actual se compone de dos campos de conocimiento. El que desarrollé por decenios: las secuelas del maltrato a los hijos, y uno que se gesta: mi reciente toma de conciencia étnica y nacional ante la amenaza migratoria de etnias más primitivas. Curiosamente, el cuarto libro de mi serie, El retorno de Quetzlcoatl, puede servir como una suerte de puente emocional e intelectual entre mi previo campo de estudio y el actual; entre mi estancia en el manicomio y mi salida al mundo real.

Pero debí de haberlo supuesto: toda la gente mencionada arriba, así como muchos otros que conocí en internet, no están dispuestos a salir del hospital mental. No pueden hacerlo. La razón es que: (1) sus duelos han sido parciales y no han llegado a arrancarse el arpón y, (2) al igual que la inmensa mayoría de occidentales contemporáneos, son demasiado cobardes para ver al mundo detrás de los muros del castillo del Hada Azul. Su cobardía y los muros les impiden ver la cruda realidad social y política de nuestros tiempo. No importa que El retorno de Quetzlcoatl sea una suerte de puente que los ayude a salir. El caso es que es un puente que jamás osarán cruzar. Y como para mí la estancia en el pabellón de Nicholson fue siempre pasajera, no puedo sino sentir una especie de piedad por los pobres diablos que he dejado atrás después de haber roto las abarrotadas ventanas con la enorme consola de hidroterapia.

Dado que el devenir del trato a la infancia se jugará no en lo que dicen estos atrapados sin salida, sino en la metapolítica que abordo en The West’s Darkest Hour, no volveré a hablar con esta gente a menos que, como yo, rompan la coraza del acogedor castillo.

Eso es algo que dudo mucho vayan a hacer. Así que, de hoy en adelante, sólo mantendré amistad con los nacionalistas blancos a pesar de que éstos no estén conscientes de la magia del Hada. Y no es necesario que estén conscientes por el momento. Basta con que luchen para que sus naciones permanezcan caucásicas, y, por ende, menos abusivas hacia la infancia que las regresivas culturas que nos traen los migrantes.

Adiós.

martes, 18 de enero de 2011

Todo no desenchufado es un potencial enemigo

Advertencia: Sólo aquellos que hayan leído a Alice Miller, y mis polémicas sobre malos lectores de Miller como Luis Cuevas y Daniel Mackler, podrán entender lo que quiero decir en esta entrada.

A diferencia de aquellos pobres diablos—tanto lectores como no lectores de Alice Miller—que no han salido de una suerte de manicomio interior, desde hace tiempo yo me encuentro trabajando en el mundo real: donde la obvia prioridad es rescatar a Occidente del suicidio demográfico que padece. No obstante, hace poco más de veinte mil palabras me llevó ajustar las cuentas con un seudoamigo, Luis Cuevas (índice aquí). Y es a raíz de ese último descalabro que escribo esta nueva entrada que nada tiene que ver con el tema en el que me encuentro trabajando hoy día, el de mi blog The West’s Darkest Hour.

El caso es que un bloguero que firma con el seudónimo de “Becoming Other” (BO) ha estado diciendo grandes verdades sobre la llamada sicoterapia, incluyendo la tonta faceta new age de algunos lectores Miller. Por ejemplo, por correo electrónico ayer BO me escribió una frase que epitoma lo que pensamos del terapeuta neoyorquino Daniel Mackler: “La iluminación” que Mackler tanto predica “es disociación”.

En otras entradas de sus foros de internet BO soltó otra gran verdad. Dijo que toda sicoterapia, o movimiento de salud mental, es pedagogía. Muy cierto: y es una lástima que quienes no estén familiarizados con el legado de Miller no podrán entender lo que estas dos frases significan.

BO también ha dicho que, en lugar de buscar vindicación real en el mundo real, toda subjetivización de lo pasado en nuestro abusivo hogar es ponerse de parte de la ciega sociedad y del sistema familiar.

Una vez más: muy cierto, y sus palabras me retrotraen mi imaginada terapia A.I.

No obstante, lo que quería comunicar en esta entrada es mi conclusión global respecto a lo que me sucedió con Cuevas: el tema del índice en mi previa entrada. La presente entrada no sólo pondrá en contexto a la terapia en particular, sino a la disociada humanidad en general.

* * *

Imaginemos a Sor Juana tal y como nos la pinta Octavio Paz en el libro que subtituló Las trampas de la fe. Frente a la guerra que le hizo el arzobispo de México, Juana solicitó ayuda en Miranda, su confesor. ¡Qué error! Miranda no sólo no la ayudó: Se puso de parte del sistema y asustó horriblemente a Juana mediante ogros del superyó que le hacían sentir temor acerca de su salvación postmortem. Quien antes de la re-victimación del confesor había sido una monja comodina, después del virus mental que le inculcó el confesor escribió: “Yo, la peor de todas”. Juana se enfermó, regaló sus más que atesoradas pertenencias, y, debido a sus ascéticas privaciones virtualmente se suicidó.

Lo que le hicieron a Juana de Asbaje es una historia muy sucia: y debemos estar agradecidos con Paz por haber desenmascarado a la sociedad que crucificó a esta pobre mujer. En Nueva España no podía haber, por definición, un testigo conocedor para Juana. Ante su iniciativa de mujer independiente toda “cura de almas” del México virreinal habría sido contraproducente.

La matriz católica en la que vivía Juana no le permitía vindicación. Pero a lo que quiero llegar es a la matriz terapéutica de nuestro siglo. ¿Recuerdan ustedes aquella frase célebre de Morfeo a Neo en la primera Matrix en que, durante uno de los ejercicios de entrenamiento, le dice que cada persona que ve en ve calle es un potencial enemigo? Al depender del sistema, decía Morfeo, de reconocernos esas personas de la calle no podrían sino dispararnos.

—La matriz es un sistema, Neo— dijo Morfeo —. Y ese sistema es nuestro enemigo. Cuando estás dentro del sistema puedes ver a tu alrededor. ¿Qué ves? Hombres de negocios, maestros, abogados, carpinteros: justo las mentes que estamos tratando de salvar. Pero hasta que lo hagamos esta gente es parte integral del sistema, y eso los convierte en nuestros enemigos. Tienes que entender que la mayoría de la gente no están listas para ser desenchufadas. Y muchos de ellos se encuentran tan metidos, son tan dependientes del sistema, que lucharán para protegerlo.

Perfecta metáfora. Casi al final de la película, cuando Neo huye corriendo de tres agentes que lo persiguen para dispararle, irrumpe en la cocina de una viejita en un viejo edificio. Hay un corte fílmico y en la siguiente toma aparece el rostro del Agente Smith lanzándole uno de los cuchillos culinarios de la viejita. Los directores dieron a entender que, en la matriz, aún una dulce viejita instantáneamente puede metamorfosearse en Agente si el sistema se percata que por allí se esconde un disidente.

¡Eso fue exactamente lo que le pasó a Juana en la matriz novohispana! ¡Eso fue lo que me pasó en el México moderno con Luis Cuevas Lara! Pero no sólo con él sino con la incontable gente, terapeutas o no, con quienes intenté comunicarme durante mi adolescencia, veintes, treintas y cuarentas. Tal es, ni más ni menos, el tema de mi tercer libro de la serie Hoja susurrantes.

Y es aquí adonde quería llegar. En el muy específico caso de Cuevas, así como en el caso de los otros lectores de Miller que conocí a través de internet, creí que ya se habían desenchufado de la matriz contemporánea. ¡La horrenda verdad con que me topé ya a mis cincuenta años es que nadie lo había hecho!

“Y muchos de ellos se encuentran tan metidos, son tan dependientes del sistema, que lucharán para protegerlo”, dice la cita de arriba. Qué cosa más cierta. Sor Juana cometió un error garrafal al pedirle ayuda a su confesor, quien por cierto trabajaba en el Tribunal de la Fe, como se le llamaba a la Inquisición. Análogamente, todo aquél que haya sido martirizado por la familia comete un error garrafal al solicitar ayuda no sólo al terapeuta, sino a cualquier hombre de negocios, maestro, abogado, carpintero y demás mentes que son parte integral del sistema. Incluso podría decirse que, dado que no sólo la terapia sino las más diversas cosmovisiones de la gente son pedagógicas, prácticamente cualquier persona se comportará como una viejita transformada en Smith si osamos desenchufarnos de la matriz que controla a los billones de humanos. Prácticamente no hay excepción: si hablamos con honestidad brutal nos dispararán.

Si buscamos ayuda sobre lo que nos hicieron nuestros padres de chicos tendremos que hacer el duelo en la soledad de nuestras recámaras, y, como BO bien vio, los primeros siete libros de Miller pueden ser fundamentales para semejante duelo. Lo que la víctima de la familia no acaba de entender es que ni un solo terapeuta en el mundo entero se prestará para secuestrar a los perpetradores y conducirlos a mansiones solariegas a fin de aplicarles mi terapia A.I.

En otras palabras, las llamadas profesiones de salud mental son sólo la cresta del iceberg de la mentira en que profundamente duerme la raza humana. La terrible realidad es que si hablamos sobre nuestra tragedia familiar a cualquier Juan de los Palotes, toda acción, consejo o regaño se dirigirá contra la víctima. Sólo un verdadero testigo cómplice, como acertadamente tradujo TusQuets la expresión de Miller, nos vindicaría. Que no nos sorprenda pues que, si hablamos con cualquier habitante del tercer planeta del sistema, él o ella se comporte como viejita-Smith si cometemos la burrada de hablarle de nuestra tragedia.

* * *

Podría expander esta entrada en todo un libro pero tengo algunas cosas que hacer. Me limito a decir que, quienes quieran ir más allá de los hallazgos de Miller, pongan atención:

Ya va siendo hora que despertemos al hecho que, si existe tal cosa como un camino a la sanación del martirio que nos infligieron de chicos, ese camino se traza en nuestro combate en el mundo real. Toda subjetivización sobre lo acontecido es disociativa. Toda “iluminación” o “consejo” no pedido tipo Mackler, o “regaño” tipo Cuevas es, en última instancia, disociación de gente enajenada en el sistema. Es el mundo real lo que tenemos que conquistar, incluso por las armas, en un futuro próximo: precisamente la moraleja de mi blog The West’s Darkest Hour.

Mientras tal guerra llega, y seguro que llegará más tarde en este siglo, recordemos las citas de Will Durant que, hace ya más de dos años, capturé para este mismo blog sobre la nefasta influencia de Oriente en Occidente. Ese artículo epitoma por qué creo que toda interpretación misticona o regañona sobre el legado de Miller es disociación cobarde. Casi al final del artículo escribí: “Desde que asimilé el pensamiento de Durant y otros, no volvería a ver con los mismos ojos a la religión oriental, la subcultura hippie, el new age e incluso las sicoterapias occidentales que, a diferencia del espíritu ateniense, renacentista o ilustrado, nada hacen para cambiar al mundo”.

viernes, 14 de enero de 2011

¿Existe la sicoterapia?



“La terapia, en el sentido que un oído amigo puede comprarse con dinero, no existe. Solicitar los servicios de un terapeuta es similar a solicitar los servicios de una prostituta. La ramera cobra por rentar su cuerpo. El terapeuta cobra por rentar su mente. La prostituta no puede proveer verdadero amor a sus clientes. El terapeuta no puede proveer verdadera amistad a sus pacientes. La prostitución bastardea al amor. La terapia bastardea la amistad”. —C.T.
MUDÉ LOS ARTÍCULOS DE ESTA ENTRADA: AQUÍ

jueves, 16 de diciembre de 2010

La psicoclase de Nueva Guinea

En mi entrada anterior hablé de la idiotez de un supuesto fan de Alice Miller quien se hace de la vista gorda sobre los crímenes que, con sus críos, cometen los padres de las culturas más rezagadas. Puse el caso de Nueva Guinea. Pero no especifiqué qué sucedía allá. Aunque casi extinta, en la actualidad la psicoclase infanticida tribal que escandalizó a los europeos decimosextos con sus sacrificios y canibalismo de niños (el tema de mi libro El retorno de Quetzalcóatl) persiste, y fueron precisamente unos españoles quienes se toparon con ella.

En noviembre de 1995 César Pérez de Tudela, uno de los alpinistas más conocidos en España, y el profesor Vicente Martínez encontraron en Nueva Guinea una tribu de antropófagos. Al inicio de mi Quetzalcóatl hablé de lo que Géza Róheim escribió en los años cincuenta sobre los aborígenes que había visto en la isla. La nueva expedición se hizo en poblados situados en las fuentes de los ríos de Irian Jaya. “La expedición española vio numerosas cabezas cortadas a las que habían devorado partes de sus cuerpos”. Un misionero desaparecido en esa zona meses antes había sufrido idéntica suerte. “Al ser nómadas”, continúa el artículo, “estas tribus son de difícil localización; las regiones que recorren, muy insalubres, están habitualmente azotadas por la malaria”. Hay quienes creen que Pérez de Tudela y sus acompañantes encontraron a los últimos caníbales del planeta. Pero lo que se hacía en la isla era sabido por los antropólogos tiempo atrás, como se detalla en mi libro.

El infanticidio animal ha sido estudiado por Yukimaru Sugiyama y otros, incluyendo el infanticidio entre los monos Langur de la India y los gorilas de lomo plateado: la plataforma para entender las motivaciones infanticidas de nuestros ancestros homínidos. Como no podemos ver nuestro pasado paleolítico y neolítico, en psicohistoria los estudios de los caníbales nómadas de Nueva Guinea arrojan luz sobre las formas de crianza que mantuvieron cautiva a la humanidad en el pensamiento paleológico antes de idear la agricultura.

Otra manera de visualizar el concepto de psicoclases es leer las notas periodísticas sobre la cacería de “niños brujos” en África. Un reporte de 2006 de la UNICEF y otros defensores infantiles calculan que miles de niños en Angola, Congo y la antigua Zaire son acusados de brujería. La creencia está tan arraigada que incluso los trabajadores sociales creen en su existencia. En 2001 al menos mil brujas fueron macheteadas hasta morir en una purga en Zaire: la actual República Democrática del Congo.

La figura de la depredadora bruja nocturna que se chupa a los niños ha dejado perplejos a los antropólogos. Aunque no creen en los universales tal figura se presenta independientemente en las culturas autóctonas de Asia, América, Europa y África.

Pero después de haber escrito mi Quetzalcóatl entiendo mejor el fenómeno. La dualidad del mito podría tener su génesis en el hecho que muchas madres de la vida real cuidan íntimamente al niño a la vez de comportarse como devoradoras, succionadoras de vida. Al estar proscrito este saber a lo largo de las culturas debido al problema del apego con el agresor, el inconsciente colectivo crea un símbolo. Así lo ilustré con la figura de Tonantzin-Guadalupe en mi libro La india chingada, y, a nivel individual, en la manera como de adolescente me escandalizaba al soñar diariamente a mi madre como una Medusa al despabilarme en las mañanas: sueños que le dieron el título al primer libro de mi serie, Carta a mamá Medusa.

¿Llevando a Alice Miller “al siguiente nivel” o un gigantesco paso hacia atrás?

En memoria de Alice Miller, aquí presento una traducción de mi reciente reseña de un libro en Amazon Books.


A diferencia de un libro académico que Daniel Mackler coeditó, y a diferencia de otro libro escrito en colaboración con muchos autores, Toward Truth (Hacia la verdad: una guía psicológica de iluminación) es la declaración más personal de Mackler. Tanto en la imagen de la portada del libro como en su contenido, “iluminación” es un concepto tan central en Mackler (“Se trata de mi tema favorito, el más precioso para mí que todos los demás, de verdad”) que es pertinente analizarlo.

En primer lugar, ¿es Danny Mackler realmente un “iluminado”? Como defensor de los niños, lo que más llama mi atención de los libros y escritos de Mackler, incluyendo Hacia la verdad, es el hecho de que no da crédito a Lloyd deMause, un pensador social conocido por su trabajo en el campo de la psicohistoria. DeMause vive en la misma ciudad de Mackler y comenzó a publicar sobre las diversas formas abusivas de crianza de los niños cuando Danny era un niño pequeño. Por supuesto, cuando uno se entera de que la conclusión final de la psicohistoria demausiana es que los métodos de crianza son aún peores en las culturas no occidentales, la razón por la que Mackler apriorísticamente despacha a la psicohistoria se vuelve vidente.

Como la mayoría de los neoyorquinos no gentiles, Mackler es un ultraliberal que se suscribe a las modas posmodernas en nuestro suicida zeitgeist (de los libros que he reseñado para Amazon, véase especialmente mi reseña de libro de Michael H. Hart Conservando la civilización occidental). Quizá Mackler no esté plenamente consciente, pero inconscientemente se suscribe a lo que los antropólogos llaman relativismo cultural. Mackler escribió:
Esto [el concepto de “psicoclases” de deMause], para mí, representa un peligro: etiquetar a otra cultura de inferior, o etiquetarla de “totalmente infanticida”. Básicamente el concepto nos dice que ellos están totalmente mal, son viles, inútiles y estúpidos, y que no tenemos nada que aprender de ellos; cuando eso no siempre puede ser el caso. Asimismo, el concepto resulta en que se nos haga muy fácil idealizarnos.
Por supuesto, Mackler es ignorante de la psicohistoria. Ni deMause ni otros psicohistoriadores dicen que las tribus son “totalmente infanticidas”. Cuando un terapeuta que coquetea con el New Age como Mackler lleva a cabo su “conexión interna” que supuestamente culmina en la “iluminación”, ¿está diciendo que es posible sanar al mundo a través de la introspección, sin acción política alguna (incluyendo guerra contra las culturas inferiores)? Cuando se enfrenta con el pensamiento político conservador, Mackler distorsiona la psicohistoria y mágicamente trasmuta horribles hechos históricos, como el infanticidio y el sacrificio de niños entre los aborígenes, a un mirarse en el ombligo. En el foro que debido a mis críticas Mackler cerró, escribió:
Lo más probable es que nunca vaya a ir a Nueva Guinea [el hogar de una terrible tribu infanticida] y ellos nunca oirán de mí. Mi trabajo—nuestro trabajo, como yo lo veo—, es “reformar a las más regresivas psicoclases” dentro de nosotros mismos, para sanar nuestro interior. Una parte de mí sigue siendo primitiva y regresiva.
Mackler confunde así al mundo objetivo donde los no-occidentales abusan más de sus hijos, con su pequeño y subjetivo mundo plagado de New Age. Esencialmente nos está diciendo que su trabajo es estar libre de sus traumas interiores, ¡como si tal práctica acabaría con el comportamiento infanticida de los padres de Nueva Guinea!

El infanticidio en Oceanía y en las tribus que persisten en el mundo no tiene un impacto directo en nuestra civilización. Pero en tanto que los niños y las mujeres son muy maltratados en el Islam, la migración masiva de los musulmanes a Europa se ha convertido en un problema.

Esto debería ser una obviedad para los defensores auténticos de los niños. Pero me impacta sobremanera el hecho de que tanto los fans de Miller como los de deMause—incluyendo Mackler ¡y aún los críticos de Mackler!—, se obcecan deliberadamente ante ello. Aquí no puedo hablar de los libros de Bruce Bawer, Robert Spencer, Oriana Fallaci y muchos otros. Baste decir que con el colapso demográfico de los Caucásicos está poniendo en grave peligro la causa de los defensores de los niños y lo que deMause llama “modo ayuda” en puericultura. Esto se debe a que, al igual que Mackler, muchos padres potencialmente “ayudadores” se niegan a reproducirse. Y lo peor es que los inmigrantes musulmanes se reproducen profusamente y anhelan imponer la ley islámica en Europa, es decir, la ley coránica que exige un mayor abuso de las mujeres y los niños de lo que hacemos los occidentales.

A Will Durant le llevó más de tres décadas escribir su monumental Historia de la Civilización. Después de terminar los diez volúmenes de la Historia siguió su ensayo Las lecciones de la historia, que refleja tanto la erudición de Durant como su sabiduría acumulada. Leí Las lecciones de la historia en 1996 y me gustaría citar algunos extractos de uno de los capítulos, “La biología y la historia”. Resuena con el punto que estoy tratando de hacer frente a la ética Mackler (“Mi verdadero punto de vista trata de lo horrible que los padres [occidentales] son, y por qué no deberían tener hijos, el tema de mi artículo sobre Alice Miller”).

Will Durant escribió:
Así que la primera lección de la historia biológica es que la vida es competencia. La segunda lección biológica de la historia es que la vida es selección. No nacemos libres, ni iguales. La naturaleza ama la diferencia. La desigualdad no sólo es natural e innata, sino que crece con la complejidad de la civilización.

La naturaleza sonríe ante la unión de la libertad y la igualdad en nuestras utopías. Porque la libertad y la igualdad son enemigos jurados y eternos, y cuando uno se impone el otro muere. Dejad al hombre libre y sus desigualdades naturales se multiplicarán casi geométricamente, como en Inglaterra y Estados Unidos en la década del siglo bajo la laissez-faire.

Las utopías de la igualdad están biológicamente condenadas.

La tercera lección biológica de la historia es que la vida debe procrear. La naturaleza no hace uso de organismos, variaciones o grupos que no pueden reproducirse en abundancia [como los homosexuales, a quien por cierto Daniel Mackler defiende con vehemencia]. Tiene pasión por la cantidad como requisito previo a la selección de la calidad. No le importa que un alto porcentaje esté por lo general acompañado de una civilización cuya cultura sea baja, o una baja tasa de natalidad en una civilización de alta cultura. La naturaleza vela para que una cultura con baja tasa de natalidad sea periódicamente castigada por el grupo más viril y fértil.

Es divertido encontrar a Julio César en 59 A.C. ofreciendo premios a los romanos que tuvieran muchos niños, y prohibiendo a las mujeres sin hijos que llevaran joyas. En Estados Unidos la baja tasa de natalidad anglosajona ha disminuido el poder económico y político de ese grupo étnico. Así que la tasa de natalidad, como la guerra, puede determinar el destino de las teologías, al igual que la derrota de los musulmanes en Tours (732) mantuvo a Francia y a España libres de sustituir la Biblia por el Corán.

No hay mejor humorista que la historia...

En comparación con la Historia de Durant, el libro de Mackler Hacia la verdad parece haber sido escrito en Marte.

El problema central es el concepto mimado por Mackler, la “iluminación”, un estadio mental definido ¡por Mackler mismo! (“no sueños”, “no inconsciente” y cosas similares). Sí, es Mackler quien define cuándo una persona caucásica está lo suficientemente iluminada y por lo tanto tiene derecho a tener hijos. Absurdamente, Dan Mackler no predica a los inmigrantes moros que detengan su reproducción. Y mucho menos ha sugerido, como podríamos concluir al leer Conservando la civilización occidental (citado arriba), que expulsemos tanto a ellos como a otros abusadores de niños del tercer mundo que viven en Europa y los EE.UU.

Si la “iluminación” de la que habla Mackler o ética del No Te Reproducirás fuera su decisión privada, no casarse y no tener hijos, no me opondría. Pero Mackler predica a los demás: “ellos no deben tener hijos” (el énfasis es mío). Y Mackler coloca la barra del salto de altura para obtener el derecho a criar tan alto que cree que el Iluminado, presumiblemente quien sí podrá reproducirse ¡no tendría necesidad de soñar! Si todos los occidentales siguieran su consejo tanto nuestra civilización como la raza blanca se extinguirían. Y si la psicohistoria está en lo cierto, el Occidente suicida de Mackler dejaría a los niños del mundo en peligro mucho mayor de ser maltratados en las culturas no occidentales sobrevivientes.

¿Cómo podríamos entender la mente extraordinaria de Mackler? En Hacia la verdad, siempre que Mackler habla del niño maltratado se refiere a éste como un “él”, mientras que el padre abusivo siempre es una “ella”. Esto me hace leer su texto entre las líneas.

Usando su verdadero nombre—Daniel Mackler—, Mackler ha confesado en videos de YouTube que el perpetrador en su vida fue su madre. Qué curioso... ¿No será que su distribución de los roles de género indica que el alboroto que armó en su gran ensayo sobre la pobre de Alice Miller (presumiblemente debido a su fantasía sexual ocasional, no actuada, hacia sus hijos) sea proyección del mismo Mackler? Infortunadamente, Mackler ha declarado que no va a publicar su autobiografía en cuatro volúmenes durante el lapso de nuestras vidas, donde explica exactamente qué le pasó de niño. Danny escribió:
He tomado algunas decisiones respecto a mantener la mayoría de los aspectos de mi vida personal privados, por lo que podría parecer como hipócrita eso de mi hablar de las vidas personales de otros. A veces me siento culpable por eso. Pero en el caso de Ellie Van Winkle [su crítica aparece aquí], sin embargo, ha estado muerta durante más de cinco años, así que creo que es aceptable. Además, no tengo ninguna intención de dejar a mi historia personal siempre sin contar. De hecho, he escrito una gran cantidad sobre ello, con gran detalle tanto en lo que digo sobre quienes me traumaron como sobre las formas muy saludables, y muy enfermizas, en que reaccioné. Pero no puedo ver su publicación a corto plazo. Creo que se trata de décadas y décadas al futuro. Tal vez después de que yo y muchos otros hayan muerto. No lo sé...
Mackler está equivocado. Hacia la verdad no “lleva a Alice Miller al siguiente nivel” como se nos vende en la contraportada. Todo lo contrario. A diferencia de Mackler, Miller compartió mucho sobre su vida íntima. Andreas Wirsén, un fan de Alice Miller, ha señalado en un artículo que afirmaciones como la anterior cita de Mackler nos parecen un salto gigantesco hacia atrás desde el legado de Miller. No, no crean esto sólo porque yo lo digo. La prueba está en el postre: prueben los libros de Mackler; compárenlos con los de Miller, y vean qué quiero decir.

Quería publicar mi desenmascaramiento de Daniel Mackler antes de que pasara el año en que mi querida Alice Miller murió. Mi conclusión es que los estudios sobre la infancia sí pueden tomar un nuevo camino, “un siguiente nivel” como escribe Mackler. Pero lo que necesitamos es un camino más sano, digamos la unión de los hallazgos de Miller con la psicohistoria. (He escrito un libro sobre el tema, El retorno de Quetzalcóatl disponible en mi web, pero rebasa con mucho esta reseña).

domingo, 5 de septiembre de 2010

“Anónimo”


Nota de diciembre 15 de 2010:

Escribí esta entrada cuando un comentario mío en el blog de José Luis Cano Gil misteriosamente desapareció hace unos meses.

Estos días he estado revisando, uno por uno, los artículos de mi blog en inglés. He descubierto que, con toda probabilidad, Teresa, de quien he hablado tanto, posteó una cantidad de comentarios hipercríticos y frecuentemente insultantes bajo seudónimos (o como se diría en la jerga de internet, sockpuppets). He borrado muchas entradas de 2009 junto con los comentarios de los sockpuppets de Teresa porque ese año me limité a “copiar y pegar” lo que veía en otros blogs sobre la islamización de Europa. Los borré no porque censurara lo escrito, sino porque, en su encarnación actual, en mi blog en inglés sólo dejé la crema y nata de tanta cosa que había subido.

Comportándose de manera similar a lo que Tere hacía en mis blogs, hoy me enteré que un sujeto anónimo posteó un comentario sumamente crítico sobre mí en una entrada del foro Psicodinámica y humanismo de mi amigo José Luis Cano Gil. Me resulta molesto esto del anonimato pues, aunque yo firmo con el nombre de “Chechar”, en la blogósfera todos conocen mi verdadero nombre. Así que no me aguanto las ganas de responderle a esta persona que, escudándose en el anonimato, citó unas palabras mías que originalmente había escrito en el foro Gates of Vienna. Anónimo le preguntó al amigo José Luis:
¿Has leido la última entrada en el blog del autor del video, en la que cita tu enlace?
¿Has leido su blog en inglés? Moraleja: antes de enlazar a alguien en tu blog, infórmate antes sobre el susodicho... Una cosa es la libertad de opinión y otra promocionar a personas que escriben cosas como la siguiente: (extractos de entradas en su blog en inglés que ha borrado recientemente pero que persiten [sic] en foros en los que participaba):
A renglón seguido de esos dos puntos, Anónimo citó unos pasajes en que yo hablaba de los futuros nazis. He aquí mi respuesta a:


Anónimo:

He explicado mis borrados arriba. No obstante, todo lo que dije en ese hilo de discusión que mencionas está aún intacto en esta entrada. Y no me retracto de aquello de “reinaugurar Auschwitz”. El problema con eso de sacar citas fuera de contexto como lo hiciste es que se pierde el hilo de la argumentación. Ahí te va el contexto:

1. En primer lugar, Gates of Vienna es un sitio filosemita (cuando escribí eso que citas yo también era filosemita);

2. Gates of Vienna se dedica a despertar a la población sobre el problema de la islamización de Occidente;

3. En un controversial artículo, el bloguero que escribe en Gates of Vienna con el nombre de El Inglés dijo que Inglaterra se encaminaba al genocidio de moros en un futuro (recordemos la película Hijos de los Hombres del mexicano Alfonso Cuarón, ubicada en una Inglaterra inundada de inmigrantes el año 2027);

4. El artículo de El Inglés no era un llamado al genocidio, sino una descripción de un posible futuro;

5. A pesar de ello, tanto escándalo causó el artículo de El Inglés en otros blogs que, desde entonces, algunos sujetos del movimiento anti-yihadí quitaron a Gates of Vienna de sus enlaces en sus respectivos blogs;

6. A partir del artículo de El Inglés surgieron otros artículos en Gates of Vienna sobre cómo expulsar a los moros de Europa sin caer en un futuro genocidio.

Anónimo: Sólo en el contexto de arriba se apreciarían mis posteados en Gates of Vienna. Lo que dije en ese foro es claro y transparente, e invito a los que lean inglés a leer todo el hilo de discusión. Cierto: el bloguero Conservative Swede, de cuyo blog sacaste la cita mía, se enojó mucho conmigo en ese hilo. (Pero mi disputa con ese sueco es otro asunto.)

Lo que en el hilo de discusión enlazado arriba dije es que “Auschwitz II” sería una farsa. Una farsa en que, si bien morirían los ingenieros sociales que crearon Eurabia, el objetivo sería asustar a los millones de moros (en Francia ya son el 10% de la población y aún más en otros países europeos según el video de abajo) para que abandonen el suelo europeo.

Nada de este escenario hipotético violaría los derechos humanos, obviamente. Ni siquiera aquello de mi “show televisivo” para ajusticiar a los traidores blancos que crearon Eurabia. Aplicarles la pena de muerte no sería nada nuevo. Antes de que la Unión Europea y el liberalismo galopante se apoderaran de Europa, la pena de muerte en casos de alta traición era muy común.

En la blogósfera anglosajona me caracterizo por decir las cosas más incendiarias que se me ocurran. Escribo en inglés como hablo en español en el video empalmado en el blog del amigo José Luis. Pero si se analizan a fondo mis palabras, se verá que son más “show” que otra cosa.

¿Quién podría condenarme por sugerir ajusticiar a los traidores y, a través de ese susto, sacar de nuestras tierras a los moros—sin necesidad genocidarlos como predecía el artículo de El Inglés? Porque son los moros quienes andan diciendo que, una vez que demográficamente alcancen mayoría en las próximas décadas, nos impondrán la ley coránica como lo habían hecho en Andalucía.