martes, 17 de marzo de 2009

Mi primer lector

El sueco Andreas Wirsén, amante de la literatura, ha sido el primer lector de mi obra Hojas susurrantes, la cual comprende cinco libros. Por carta Wirsén me ha dicho que, para él, fue enormemente refrescante leerme; y textualmente me confesó que está agradecido de que comparta el mundo con alguien como yo.

Aún así, como apenas he mandado el primero de los cinco tomos de
Hojas susurrantes a los agentes literarios aquí en España, sólo tengo la satisfacción de haberla terminado después de veinte años de trabajo, además de la remuneración que Wirsén me envió por un pesado encuadernado que le envié a Suecia de los primeros cuatro tomos. En pocas palabras, Hojas susurrantes edifica a partir del legado de Alice Miller y Lloyd deMause.

Por lo que respecta a sus fans, creo que la peor censura es la autocensura: y no deja de enfadarme que incluso los más lúcidos lectores de Miller se acobarden a la hora de hablar de su familia, o de aceptar los crudos hechos de la psicohistoria descubierta por deMause. Me refiero al neoyorkino Daniel Mackler y al holandés Dennis Rodie, a quienes conocí en 2006 a través de internet y con quienes mantuve una intensa conversación en diversos foros. He hablado de ello en la entrada
An analysis of the limits of Daniel Mackler de mi blog en inglés. Me apetece traducir lo dicho por Wirsén en esa entrada, aunque él escribió en términos más cordiales que mi regañina a ese par. Nótese la afirmación de Wirsén de que, después de Miller, toda propuesta artística que presuma hurgar el alma debiera cumplir con las nuevas reglas del juego. Ya había hablado algo de esto en mi entrada sobre lo que llamo"literatura antidiluviana", la literatura previa a tocar con los dedos al monolito que aparece en la película 2001, por decirlo metafóricamente.

En el foro de Dennis Rodie, Wirsén escribió:

Que el autor secretamente está contrabandeando, escamoteando y embelleciendo; frecuentemente mintiendo y anestesiando su infancia emocionalmente abusiva, es algo que Alice Miller tiende a implicar al abordar las obras de arte: un proceso mental en el que nosotros como sus lectores fácilmente caemos, ¿no? Que el trabajo de Kafka es básicamente explicable como una dramatización artística de la inseguridad de un niño sobre los verdaderos móviles de sus padres; que las mujeres vampiresas de los poemas de Baudelaire son de hecho su emocionalmente distante y seductora madre... —tal es la única entrada al trabajo de Baudelaire que puedo aceptar, la única manera en que puedo leer su trabajo con interés.

Por lo mismo, el trabajo artístico después de Alice Miller demanda una nueva apertura y concienciación del creador. No podemos masticar y masticar las emociones no procesadas de nuestra infancia encontrando ingeniosas maneras de presentarlas, y llamarles Arte. Estamos ante un nuevo juego y las apuestas están en el aire. (¿O será sólo el impulso de Pol Pot del artista buscando amor a través de que otros acepten sus grandiosas fantasías? Como Pol Pot, tratando de erradicar todo lo que se hizo antes. “¿No lo ves?: Shakespeare fue un escritor débil porque escribió antes de Miller y deMause. Disparémosle en el cuello y en las rótulas para dejar espacio para Mi, Mi, MI trabajo!”) Lo que nos conduce al tema de este posteado: la crítica de César Tort a la novela de Dennis Rodie, The Curse of the Third-rate Artist. Discutirlo nos conduce a las diferentes visiones del mundo y aun temperamentos de estos dos escritores.

Primero quisiera decir que creo que César es un prometedor e interesante escritor que en su trabajo intenta abordar temas muy panorámicos, los cuales también son importantes para mí. Como brevemente mencioné arriba, creo que los artistas que trabajan después de Alice Miller tienen una nueva responsabilidad de estar conscientes. A ello le añadiría la meta-perspectiva de la historia desarrollada por Lloyd deMause, la cual dice que toda la historia humana, y en particular sus aspectos destructivos, se basa en el maltrato a la infancia. “La historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace muy poco....”, inicia su trabajo más importante. Miller dice lo mismo, pero no tan sistemática y claramente como la elaboración que, a pesar de todo, ha tenido lugar. Puesto en perspectiva, los maltratos emocionales y la estresante vida que a Martin Maag, el narrador de la novela de Dennis, le infligieron, pudieron ser tan destructoras como fueron, pero menos destructoras y menos generadoras de las psicosis aullantes hacia la luna y el pensamiento mágico que las puericulturas de la Edad Media europea produjeron.

La crítica a tu novela que César escribió en el contexto de la polémica alrededor del llamado Maltrato [Ritual] Satánico en otro lugar de este foro debe entenderse en este contexto. La novela de Dennis Rodie no tiene la misma meta-perspectiva de César Tort, algo que desde su punto de vista el Sr. Tort ve naturalmente como una debilidad. Como yo mismo estoy interesado en la idea de escribir y en la expansión de la conciencia de la que el escribir es la huella física con fines de comunicación como lo que César Tort está desarrollando, comparto, en parte, su crítica. Permítaseme, para agilizar y simplificar este posteado, citar las partes relevantes de una carta-reseña que recientemente le escribí a Rodie después de haber leído su novela The Curse of the Third-rate Artist.
La reseña de Wirsén sobre la novela inédita de Rodie puede leerse en el foro online de este último. Por otra parte, Daniel Mackler, el otro gran lector de Miller quien fuera nuestro amigo, nunca compartió su enorme autobiografía con ninguno de nosotros.

Continúa Wirsén:
Permítaseme por un momento personalizar el asunto. Sobre lo que deseo, y sobre el tipo de escritura que quisiera producir, una perspectiva que el mundo necesita, creo que César es pionero en desarrollar un nuevo deporte. Sus logros serán los míos, e incluso su fallos serán valiosas lecciones. La manera en que osa manifestarse expresivamente enojado es inspirador para mí, aunque en lo que a mí se refiere no estoy seguro adónde me llevaría. Quizá por mi temperamento (que no puede corregirse); quizá por falta de coraje (que, si es el caso, debiera conquistarse) no puedo manifestar tan claramente mi enojo. Por otra parte no el enojo, sino la sensibilidad, parece ser la estrella guía de la novela de Dennis Rodie. Para mí, el jurado está por emitir su juicio, y el desarrollo futuro de César y Dennis, como seres humanos y como artistas, me proporcionará la información necesaria para saber qué camino tomar.

El pentateuco de César, Hojas susurrantes, se expande a partir de una corajuda epístola a la madre, a través de un tratado antisiquiátrico, a una autobiografía brutalmente honesta (así se me dice, aún no he llegado a esa página), a la historia de su familia, a una crónica del sangriento pasado de su nación, hacia una evaluación de la raza humana y donde nos encontramos ahora, lo cual es una expansión y una nueva dirección del pensamiento demausiano: la rápida erradicación de quienes maltratan o hieren a los niños, impidiendo de ese modo que la humanidad se desarrolle de la manera más óptima. Cómo César desenlazará esto en su último libro será una experiencia muy excitante de compartir. Eso es todo lo que sé. El que esté o no de acuerdo y hasta qué punto, es otra de las cuestiones en que el jurado está por pronunciarse. Como contraparte negativa, él podría estar acerándose peligrosamente a una nueva motivación para el genocidio, un nuevo giro del viejo régimen nazi.

Daniel Mackler, en sus escritos, parece implicar que existe una falta de lo que llama “iluminación” de César Tort en este sacar a la luz pública su vida emocional y la de su familia. Que es malsano exhibicionismo, un desafortunado desarrollo de un alma torturada, más bien que la perla que produce la calma por la piedrecilla de arena que tortura, corta y esculpe, en su vulnerable carne rosa a fin de parar el dolor.

Me inclino a la postura de César en este conflicto. Yo mismo tengo ambiciones de convertirme en un gran escritor y encuentro que, después de asimilar el pensamiento de Alice Miller, la obra de arte que no es intensamente personal y honesta no recompensa. ¿Estará sugiriendo Mackler que nos guardemos nuestras historias a nosotros y, así curados, nos sentemos en estado solitario y búdico cuando en vez de eso podemos hacer que nuestras historias salgan a cambiar la conciencia del mundo real? Como dije, me inclino a la interpretación de Tort, pero como siempre el jurado está por pronunciarse. Y creo que incluso Mackler no podrá evitar ver la obra de Tort, como lo ha hecho antes con las psicobiografías y autobiografías—la motivación de escribir que él encuentra dudosa—; no puede eludir mirarlas como un bello choque de automóviles provisto, como entretenimiento para el Buda, de la carne y sangre de otros. El Buda se la pasa flotando en el mundo sufriente con un rostro distante.

Todo lo que he escrito arriba debe apreciarse como mi hallazgo de los escritos de Daniel Mackler, César Tort y Dennis Rodie: una revelación y aspiración de la vida de una nueva conciencia integrada, pulsando con una auténtica capacidad a las emociones, la cual he hallado antes en la obra de Alice Miller y de Lloyd deMause acerca de la cual, una vez saboreada, nada se le compara. Por eso tanto me interesan estos tres [Mackler, Tort, Rodie], leerlos y reflexionar sobre ellos, así como el escribir este texto.

Andreas.


Cuando Andreas Wirsén posteó el comentario de arriba aún no le había enviado el quinto y último libro de mis Hojas susurrantes. De ahí su preocupación sobre un nuevo motivo de genocidio, que hasta lo relacionó con el régimen nazi. No obstante, una vez que se lo envié y lo leyó, me comentó por carta:
“Algo del manuscrito que me sorprendió, sin embargo, fue tu sensible tratamiento sobre el deseo de extermino total. Había imaginado que éste sería terreno de opiniones fuertemente discrepantes entre nosotros, pero manejaste el asunto con delicadeza. El odio es ideal, todo lo demás es Realpolitik. Incluso puedo suscribirme a esa opinión —¡a veces lo único que quiero es que todo este doloroso mundo vuele en llamas!”
Wirsén se refiere a lo que llamo “el exterminio de los Neandertales”, y lo único que puedo adelantar por ahora es la referencia obligada a tres películas que produjo Stanley Kubrick.

El Doctor Insólito es una comedia de humor negro que termina con una guerra nuclear que extermina a la humanidad. 2001: Una Odisea del Espacio finaliza con el advenimiento del Niño Estrella que está por metamorfosear a la humanidad en una especie más elevada. Respecto a Inteligencia Artificial —la cual Kubrick planeó por once años pero no pudo dirigirla porque la muerte lo sorprendió y su esposa se la encargó a Spielberg—, la trama continúa aún cuando el Homo sapiens está extinto…