jueves, 16 de diciembre de 2010

La psicoclase de Nueva Guinea

En mi entrada anterior hablé de la idiotez de un supuesto fan de Alice Miller quien se hace de la vista gorda sobre los crímenes que, con sus críos, cometen los padres de las culturas más rezagadas. Puse el caso de Nueva Guinea. Pero no especifiqué qué sucedía allá. Aunque casi extinta, en la actualidad la psicoclase infanticida tribal que escandalizó a los europeos decimosextos con sus sacrificios y canibalismo de niños (el tema de mi libro El retorno de Quetzalcóatl) persiste, y fueron precisamente unos españoles quienes se toparon con ella.

En noviembre de 1995 César Pérez de Tudela, uno de los alpinistas más conocidos en España, y el profesor Vicente Martínez encontraron en Nueva Guinea una tribu de antropófagos. Al inicio de mi Quetzalcóatl hablé de lo que Géza Róheim escribió en los años cincuenta sobre los aborígenes que había visto en la isla. La nueva expedición se hizo en poblados situados en las fuentes de los ríos de Irian Jaya. “La expedición española vio numerosas cabezas cortadas a las que habían devorado partes de sus cuerpos”. Un misionero desaparecido en esa zona meses antes había sufrido idéntica suerte. “Al ser nómadas”, continúa el artículo, “estas tribus son de difícil localización; las regiones que recorren, muy insalubres, están habitualmente azotadas por la malaria”. Hay quienes creen que Pérez de Tudela y sus acompañantes encontraron a los últimos caníbales del planeta. Pero lo que se hacía en la isla era sabido por los antropólogos tiempo atrás, como se detalla en mi libro.

El infanticidio animal ha sido estudiado por Yukimaru Sugiyama y otros, incluyendo el infanticidio entre los monos Langur de la India y los gorilas de lomo plateado: la plataforma para entender las motivaciones infanticidas de nuestros ancestros homínidos. Como no podemos ver nuestro pasado paleolítico y neolítico, en psicohistoria los estudios de los caníbales nómadas de Nueva Guinea arrojan luz sobre las formas de crianza que mantuvieron cautiva a la humanidad en el pensamiento paleológico antes de idear la agricultura.

Otra manera de visualizar el concepto de psicoclases es leer las notas periodísticas sobre la cacería de “niños brujos” en África. Un reporte de 2006 de la UNICEF y otros defensores infantiles calculan que miles de niños en Angola, Congo y la antigua Zaire son acusados de brujería. La creencia está tan arraigada que incluso los trabajadores sociales creen en su existencia. En 2001 al menos mil brujas fueron macheteadas hasta morir en una purga en Zaire: la actual República Democrática del Congo.

La figura de la depredadora bruja nocturna que se chupa a los niños ha dejado perplejos a los antropólogos. Aunque no creen en los universales tal figura se presenta independientemente en las culturas autóctonas de Asia, América, Europa y África.

Pero después de haber escrito mi Quetzalcóatl entiendo mejor el fenómeno. La dualidad del mito podría tener su génesis en el hecho que muchas madres de la vida real cuidan íntimamente al niño a la vez de comportarse como devoradoras, succionadoras de vida. Al estar proscrito este saber a lo largo de las culturas debido al problema del apego con el agresor, el inconsciente colectivo crea un símbolo. Así lo ilustré con la figura de Tonantzin-Guadalupe en mi libro La india chingada, y, a nivel individual, en la manera como de adolescente me escandalizaba al soñar diariamente a mi madre como una Medusa al despabilarme en las mañanas: sueños que le dieron el título al primer libro de mi serie, Carta a mamá Medusa.

¿Llevando a Alice Miller “al siguiente nivel” o un gigantesco paso hacia atrás?

En memoria de Alice Miller, aquí presento una traducción de mi reciente reseña de un libro en Amazon Books.


A diferencia de un libro académico que Daniel Mackler coeditó, y a diferencia de otro libro escrito en colaboración con muchos autores, Toward Truth (Hacia la verdad: una guía psicológica de iluminación) es la declaración más personal de Mackler. Tanto en la imagen de la portada del libro como en su contenido, “iluminación” es un concepto tan central en Mackler (“Se trata de mi tema favorito, el más precioso para mí que todos los demás, de verdad”) que es pertinente analizarlo.

En primer lugar, ¿es Danny Mackler realmente un “iluminado”? Como defensor de los niños, lo que más llama mi atención de los libros y escritos de Mackler, incluyendo Hacia la verdad, es el hecho de que no da crédito a Lloyd deMause, un pensador social conocido por su trabajo en el campo de la psicohistoria. DeMause vive en la misma ciudad de Mackler y comenzó a publicar sobre las diversas formas abusivas de crianza de los niños cuando Danny era un niño pequeño. Por supuesto, cuando uno se entera de que la conclusión final de la psicohistoria demausiana es que los métodos de crianza son aún peores en las culturas no occidentales, la razón por la que Mackler apriorísticamente despacha a la psicohistoria se vuelve vidente.

Como la mayoría de los neoyorquinos no gentiles, Mackler es un ultraliberal que se suscribe a las modas posmodernas en nuestro suicida zeitgeist (de los libros que he reseñado para Amazon, véase especialmente mi reseña de libro de Michael H. Hart Conservando la civilización occidental). Quizá Mackler no esté plenamente consciente, pero inconscientemente se suscribe a lo que los antropólogos llaman relativismo cultural. Mackler escribió:
Esto [el concepto de “psicoclases” de deMause], para mí, representa un peligro: etiquetar a otra cultura de inferior, o etiquetarla de “totalmente infanticida”. Básicamente el concepto nos dice que ellos están totalmente mal, son viles, inútiles y estúpidos, y que no tenemos nada que aprender de ellos; cuando eso no siempre puede ser el caso. Asimismo, el concepto resulta en que se nos haga muy fácil idealizarnos.
Por supuesto, Mackler es ignorante de la psicohistoria. Ni deMause ni otros psicohistoriadores dicen que las tribus son “totalmente infanticidas”. Cuando un terapeuta que coquetea con el New Age como Mackler lleva a cabo su “conexión interna” que supuestamente culmina en la “iluminación”, ¿está diciendo que es posible sanar al mundo a través de la introspección, sin acción política alguna (incluyendo guerra contra las culturas inferiores)? Cuando se enfrenta con el pensamiento político conservador, Mackler distorsiona la psicohistoria y mágicamente trasmuta horribles hechos históricos, como el infanticidio y el sacrificio de niños entre los aborígenes, a un mirarse en el ombligo. En el foro que debido a mis críticas Mackler cerró, escribió:
Lo más probable es que nunca vaya a ir a Nueva Guinea [el hogar de una terrible tribu infanticida] y ellos nunca oirán de mí. Mi trabajo—nuestro trabajo, como yo lo veo—, es “reformar a las más regresivas psicoclases” dentro de nosotros mismos, para sanar nuestro interior. Una parte de mí sigue siendo primitiva y regresiva.
Mackler confunde así al mundo objetivo donde los no-occidentales abusan más de sus hijos, con su pequeño y subjetivo mundo plagado de New Age. Esencialmente nos está diciendo que su trabajo es estar libre de sus traumas interiores, ¡como si tal práctica acabaría con el comportamiento infanticida de los padres de Nueva Guinea!

El infanticidio en Oceanía y en las tribus que persisten en el mundo no tiene un impacto directo en nuestra civilización. Pero en tanto que los niños y las mujeres son muy maltratados en el Islam, la migración masiva de los musulmanes a Europa se ha convertido en un problema.

Esto debería ser una obviedad para los defensores auténticos de los niños. Pero me impacta sobremanera el hecho de que tanto los fans de Miller como los de deMause—incluyendo Mackler ¡y aún los críticos de Mackler!—, se obcecan deliberadamente ante ello. Aquí no puedo hablar de los libros de Bruce Bawer, Robert Spencer, Oriana Fallaci y muchos otros. Baste decir que con el colapso demográfico de los Caucásicos está poniendo en grave peligro la causa de los defensores de los niños y lo que deMause llama “modo ayuda” en puericultura. Esto se debe a que, al igual que Mackler, muchos padres potencialmente “ayudadores” se niegan a reproducirse. Y lo peor es que los inmigrantes musulmanes se reproducen profusamente y anhelan imponer la ley islámica en Europa, es decir, la ley coránica que exige un mayor abuso de las mujeres y los niños de lo que hacemos los occidentales.

A Will Durant le llevó más de tres décadas escribir su monumental Historia de la Civilización. Después de terminar los diez volúmenes de la Historia siguió su ensayo Las lecciones de la historia, que refleja tanto la erudición de Durant como su sabiduría acumulada. Leí Las lecciones de la historia en 1996 y me gustaría citar algunos extractos de uno de los capítulos, “La biología y la historia”. Resuena con el punto que estoy tratando de hacer frente a la ética Mackler (“Mi verdadero punto de vista trata de lo horrible que los padres [occidentales] son, y por qué no deberían tener hijos, el tema de mi artículo sobre Alice Miller”).

Will Durant escribió:
Así que la primera lección de la historia biológica es que la vida es competencia. La segunda lección biológica de la historia es que la vida es selección. No nacemos libres, ni iguales. La naturaleza ama la diferencia. La desigualdad no sólo es natural e innata, sino que crece con la complejidad de la civilización.

La naturaleza sonríe ante la unión de la libertad y la igualdad en nuestras utopías. Porque la libertad y la igualdad son enemigos jurados y eternos, y cuando uno se impone el otro muere. Dejad al hombre libre y sus desigualdades naturales se multiplicarán casi geométricamente, como en Inglaterra y Estados Unidos en la década del siglo bajo la laissez-faire.

Las utopías de la igualdad están biológicamente condenadas.

La tercera lección biológica de la historia es que la vida debe procrear. La naturaleza no hace uso de organismos, variaciones o grupos que no pueden reproducirse en abundancia [como los homosexuales, a quien por cierto Daniel Mackler defiende con vehemencia]. Tiene pasión por la cantidad como requisito previo a la selección de la calidad. No le importa que un alto porcentaje esté por lo general acompañado de una civilización cuya cultura sea baja, o una baja tasa de natalidad en una civilización de alta cultura. La naturaleza vela para que una cultura con baja tasa de natalidad sea periódicamente castigada por el grupo más viril y fértil.

Es divertido encontrar a Julio César en 59 A.C. ofreciendo premios a los romanos que tuvieran muchos niños, y prohibiendo a las mujeres sin hijos que llevaran joyas. En Estados Unidos la baja tasa de natalidad anglosajona ha disminuido el poder económico y político de ese grupo étnico. Así que la tasa de natalidad, como la guerra, puede determinar el destino de las teologías, al igual que la derrota de los musulmanes en Tours (732) mantuvo a Francia y a España libres de sustituir la Biblia por el Corán.

No hay mejor humorista que la historia...

En comparación con la Historia de Durant, el libro de Mackler Hacia la verdad parece haber sido escrito en Marte.

El problema central es el concepto mimado por Mackler, la “iluminación”, un estadio mental definido ¡por Mackler mismo! (“no sueños”, “no inconsciente” y cosas similares). Sí, es Mackler quien define cuándo una persona caucásica está lo suficientemente iluminada y por lo tanto tiene derecho a tener hijos. Absurdamente, Dan Mackler no predica a los inmigrantes moros que detengan su reproducción. Y mucho menos ha sugerido, como podríamos concluir al leer Conservando la civilización occidental (citado arriba), que expulsemos tanto a ellos como a otros abusadores de niños del tercer mundo que viven en Europa y los EE.UU.

Si la “iluminación” de la que habla Mackler o ética del No Te Reproducirás fuera su decisión privada, no casarse y no tener hijos, no me opondría. Pero Mackler predica a los demás: “ellos no deben tener hijos” (el énfasis es mío). Y Mackler coloca la barra del salto de altura para obtener el derecho a criar tan alto que cree que el Iluminado, presumiblemente quien sí podrá reproducirse ¡no tendría necesidad de soñar! Si todos los occidentales siguieran su consejo tanto nuestra civilización como la raza blanca se extinguirían. Y si la psicohistoria está en lo cierto, el Occidente suicida de Mackler dejaría a los niños del mundo en peligro mucho mayor de ser maltratados en las culturas no occidentales sobrevivientes.

¿Cómo podríamos entender la mente extraordinaria de Mackler? En Hacia la verdad, siempre que Mackler habla del niño maltratado se refiere a éste como un “él”, mientras que el padre abusivo siempre es una “ella”. Esto me hace leer su texto entre las líneas.

Usando su verdadero nombre—Daniel Mackler—, Mackler ha confesado en videos de YouTube que el perpetrador en su vida fue su madre. Qué curioso... ¿No será que su distribución de los roles de género indica que el alboroto que armó en su gran ensayo sobre la pobre de Alice Miller (presumiblemente debido a su fantasía sexual ocasional, no actuada, hacia sus hijos) sea proyección del mismo Mackler? Infortunadamente, Mackler ha declarado que no va a publicar su autobiografía en cuatro volúmenes durante el lapso de nuestras vidas, donde explica exactamente qué le pasó de niño. Danny escribió:
He tomado algunas decisiones respecto a mantener la mayoría de los aspectos de mi vida personal privados, por lo que podría parecer como hipócrita eso de mi hablar de las vidas personales de otros. A veces me siento culpable por eso. Pero en el caso de Ellie Van Winkle [su crítica aparece aquí], sin embargo, ha estado muerta durante más de cinco años, así que creo que es aceptable. Además, no tengo ninguna intención de dejar a mi historia personal siempre sin contar. De hecho, he escrito una gran cantidad sobre ello, con gran detalle tanto en lo que digo sobre quienes me traumaron como sobre las formas muy saludables, y muy enfermizas, en que reaccioné. Pero no puedo ver su publicación a corto plazo. Creo que se trata de décadas y décadas al futuro. Tal vez después de que yo y muchos otros hayan muerto. No lo sé...
Mackler está equivocado. Hacia la verdad no “lleva a Alice Miller al siguiente nivel” como se nos vende en la contraportada. Todo lo contrario. A diferencia de Mackler, Miller compartió mucho sobre su vida íntima. Andreas Wirsén, un fan de Alice Miller, ha señalado en un artículo que afirmaciones como la anterior cita de Mackler nos parecen un salto gigantesco hacia atrás desde el legado de Miller. No, no crean esto sólo porque yo lo digo. La prueba está en el postre: prueben los libros de Mackler; compárenlos con los de Miller, y vean qué quiero decir.

Quería publicar mi desenmascaramiento de Daniel Mackler antes de que pasara el año en que mi querida Alice Miller murió. Mi conclusión es que los estudios sobre la infancia sí pueden tomar un nuevo camino, “un siguiente nivel” como escribe Mackler. Pero lo que necesitamos es un camino más sano, digamos la unión de los hallazgos de Miller con la psicohistoria. (He escrito un libro sobre el tema, El retorno de Quetzalcóatl disponible en mi web, pero rebasa con mucho esta reseña).